EL PAPEL DEL PROFESOR
DE
EDUCACIÓN SECUNDARIA.
EN RELACIÓN CON LA
IMPRLEMENTACIÓN DE LOS PROGRAMAS DE FORMACIÓN CÍVICA Y ÉTICA, EN EL AULA.
“Pedagogo. A Paulo
Freire:
El
maestro Freire nos dice que la
educación
es un acto político y
un
acto de conocimiento; pero en
el
fondo la concibe, como un acto
de
liberación, donde tú me educas,
yo
te educo, todos nos educamos,
para
ser….. humanos”.
Alejandro
Rojo Ustaritz.
Mínimas Cotidianas del Campo
Educativo.
“ Lo que llamamos
Dignidad Humana
no es precisamente
nada de lo que el
hombre ya tiene, sino
lo que aún le falta;
y lo que le falta es
sin duda lo único que
realmente le queda, a
saber: lo que
le queda-por-hacer”
Fernando Savater.
Ética como amor
propio.
“Los
educadores proclamamos
Que
no ha llegado el fin de la
Historia;
que ésta siempre
Reiniciándose;
que sí hay otras
Alternativas
y que nos toca
Crearlas.
Por esto continuaremos
Corriendo
tras nuestras utopías y
Experimentado
los riesgos de
Nuestra
precaria libertad, que son
Formas
de decir que seguimos
Teniendo
esperanza.
Pablo Latapí Sarre.
redefinir la calidad de la
educación y romper la prisión
del Conocimiento racional.
INTRODUCCIÓN
El siglo que enfrentamos es sin duda un bastón
de incertidumbres: no sabemos hacia dónde vamos, por más que los científicos,
los intelectuales y los religiosos se esfuercen por construirnos un panorama.
Antes de disponerme a redactar este trabajo, veía en la televisión un comercial
que hablaba de la deplorable situación de los niños y jóvenes que viven
atrapados en el mundo de la drogadicción, y mientras era testigo de imágenes
que harían estremecer a cualquiera pensaba en la difícil situación que enfrenta
la sociedad del hombre contemporáneo: una sociedad plagada de injusticias, de
violencia, de crueldades, de crímenes y de autodestrucción. Y entonces evocaba
algunas reflexiones acerca de la llamada “crisis” de valores. Pensaba que, como
en todo tiempo, las sociedades no pueden seguir conservando los mismos valores
y que siempre era necesaria una transvaloración, a la manera que Nietzsche
propone. Sin embargo, la situación que vivimos, me parece que para nada es el
resultado de una transvaloración genuina y apoyada por el razonamiento del
hombre, sino todo lo contrario.
Se ve en nuestras condiciones actuales, la
impotencia y frustración de nuestras instituciones para controlar el cambio
vertiginoso y a la vez inmóvil que nos convierte cada día más en entes cosificados, hijos de
la indolencia y la conveniencia en su más cínico esplendor.
Ante el panorama desolador que conocemos, me
pregunto ¿qué puede hacer el pedagogo del siglo XXI para combatir las conductas
destructivas que amenazan a la sociedad en que vivimos? Sin duda, la respuesta
puede ubicarse desde la posibilidad de la comprensión y el conocimiento de lo
que significa “ser humano” en nuestros tiempos. Si el educador no tiene bien
definido lo que es el ser humano ¿cómo podrá educarlo?.
Por eso se hace necesario que se construya
una imagen del hombre lo más objetiva posible en un contexto real. Partiendo de
esa construcción de la imagen del hombre, es posible proponer aprendizajes que
lo guíen hacia un mejor conocimiento de sí mismo y de las personas que le
rodean, así como de la sociedad que lo albergará en su seno, desde que vea la
primera luz del día, hasta que sea testigo del último rayo del sol.
En este sentido, la escuela asume una
responsabilidad ineludible.
Es cierto que en la familia se dan
aprendizajes que le permitirán al ser humano insertarse en el círculo social
que le espera, sin embargo, estos aprendizajes familiares no bastan, pues están
dados desde una visión no especializada del fenómeno moral. Además, los
aprendizajes familiares están determinados en buena medida por lazos afectivos
que, si bien son de suma importancia en el desarrollo del individuo, no pueden
marcar su entrada en el campo de las relaciones sociales.
Es en la escuela donde, para el niño, se
gestan conflictos más intensos con el otro, pues no existe una relación
afectiva que medie la confrontación de intereses, y por lo mismo, es en la
escuela donde el ser humano aprende verdaderamente a convivir en sociedad. Este
fenómeno realza el papel central de la escuela en la construcción de caminos
para relacionarse con los demás, y por lo mismo, el espacio escolar está
obligado también a reconocer su influencia en la constitución psíquica y moral
del individuo.
Increíblemente, existen todavía algunos
profesores que dicen que “la escuela no educa, pues para eso está la familia”.
Esta cómoda posición nos revela la imposibilidad de estos educadores para
reconocer su responsabilidad en la formación moral de sus educandos.
La educación moral ha sido un problema que
siempre se le ha aparecido a la escuela como algo complejo de abordar.
En el caso concreto de la educación
secundaria, durante mucho tiempo la preocupación por la educación centrada en
valores se vio opacada por una confusión epistemológica de los conceptos de
ética, civismo, moral, valores, etc.
De tal manera que, pareciera que a la
educación secundaria comenzó a invadirla un sentimiento de indiferencia con
respecto a esta función de la escuela, y sólo hasta hace algunos años, podría
decirse con certeza y como bien apunta el Dr. Latapí, que la moral regresó a la
escuela: “A principios de 1999 la Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció
que se intruduciría en los tres grados de secundaria la asignatura “Formación
Cívica y Ética” en sustitución de las materias de Civismo y Orientación
Educativa que se cursan en primero y segundo grados la primera, y el tercero la
segunda. Esta decisión de las autoridades educativas es de gran trascendencia:
coloca explícitamente en el curriculum obligatorio la educación ética y
manifiesta la intención de recatar la función formativa de la escuela
secundaria”.
Como bien sabemos, esta reforma a la
educación secundaria no fue la última, pues la puesta en escena de la Reforma a
la Educación Secundaria, la Secretaría de Educación Pública (SEP) implicó una
nueva manera de concebir el paso de los alumnos por este nivel educativo.
Se reformó todo el curriculum que orienta a
la educación secundaria, y, en lo que respecta a la asignatura de Formación
Cívica y Ética también se realizaron varios cambios que consisten, propiamente,
en aquello que nos interesa.
Al llevarse a cabo la implantación de la
Reforma Integral a la Educación Secundaria, lo que se espera es que los actores
del proceso educativo en este nivel puedan contar con más elementos para
comprender y dar solución a las problemáticas educativas que aquejan a este
nivel de instrucción, y en el caso concreto de la asignatura de Formación
Cívica y Ética, lo que se busca es clarificar en qué consiste esta propuesta de
aprendizajes para que el alumno pueda llegar a reflexiones importantes acerca
de lo que significa ser humano en
nuestros tiempos, y sea capaz de construir un compromiso que lo lleve a
responsabilizarse más y mejor en lo
tocante a los actos que orientan su conducta, tanto para con los demás, como
también para consigo mismo.
Se llevará a cabo un análisis del curriculum
formal que sirve de guía para este propósito, sin embargo, dicho análisis tiene
la intención de extenderse hacia una
reflexión de la función del maestro de educación secundaria que ha sumido el
reto de “formar cívica y éticamente” a sus alumnos. De tal manera que no sólo
abordaremos aspectos relacionados con la conformación del curriculum de
“Formación Cívica y Ética” sino que procuraremos incorporar este estudio al del
papel que desempeña el docente en lo tocante a la implementación que hace de
los contenidos que se proponen en los programas de estudio.
El interés por esta temática (la de la
importancia del maestro en la implementación del curriculum de secundaria en el
aula), tiene su origen en el hecho de que, a lo largo del Seminario de Planes y
Programas de Estudio, he procurado establecer una vinculación entre la
situación que prevalece actualmente en las secundarias mexicana, con el rol del
profesor, quien siempre será visto como un elemento nodal en el desarrollo de
los procesos de enseñanza y aprendizaje.
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