viernes, 13 de marzo de 2015

EL PAPEL DEL PROFESOR DE EDUCACIÓN SECUNDARIA.



EL PAPEL DEL PROFESOR DE
EDUCACIÓN SECUNDARIA.




EN RELACIÓN CON LA IMPRLEMENTACIÓN DE LOS PROGRAMAS DE FORMACIÓN CÍVICA Y ÉTICA, EN EL AULA.









Pedagogo. A Paulo Freire:
El maestro Freire nos dice que la
educación es un acto político y
un acto de conocimiento; pero en
el fondo la concibe, como un acto
de liberación, donde tú me educas,
yo te educo, todos nos educamos,
para ser….. humanos”.
Alejandro Rojo Ustaritz.
   Mínimas Cotidianas del Campo
                                     Educativo.

“ Lo que llamamos Dignidad Humana
no es precisamente nada de lo que el
hombre ya tiene, sino lo que aún le falta;
y lo que le falta es sin duda lo único que
realmente le queda, a saber: lo que
le queda-por-hacer”
Fernando Savater.
Ética como amor propio.
“Los educadores proclamamos
Que no ha llegado el fin de la
Historia; que ésta siempre
Reiniciándose; que sí hay otras
Alternativas y que nos toca
Crearlas. Por esto continuaremos
Corriendo tras nuestras utopías y
Experimentado los riesgos de
Nuestra precaria libertad, que son
Formas de decir que seguimos
Teniendo esperanza.
                   Pablo Latapí Sarre.
          redefinir la calidad de la
      educación y romper la prisión
      del Conocimiento racional.
INTRODUCCIÓN

El siglo que enfrentamos es sin duda un bastón de incertidumbres: no sabemos hacia dónde vamos, por más que los científicos, los intelectuales y los religiosos se esfuercen por construirnos un panorama. Antes de disponerme a redactar este trabajo, veía en la televisión un comercial que hablaba de la deplorable situación de los niños y jóvenes que viven atrapados en el mundo de la drogadicción, y mientras era testigo de imágenes que harían estremecer a cualquiera pensaba en la difícil situación que enfrenta la sociedad del hombre contemporáneo: una sociedad plagada de injusticias, de violencia, de crueldades, de crímenes y de autodestrucción. Y entonces evocaba algunas reflexiones acerca de la llamada “crisis” de valores. Pensaba que, como en todo tiempo, las sociedades no pueden seguir conservando los mismos valores y que siempre era necesaria una transvaloración, a la manera que Nietzsche propone. Sin embargo, la situación que vivimos, me parece que para nada es el resultado de una transvaloración genuina y apoyada por el razonamiento del hombre, sino todo lo contrario.
Se ve en nuestras condiciones actuales, la impotencia y frustración de nuestras instituciones para controlar el cambio vertiginoso y a la vez inmóvil que nos convierte  cada día más en entes cosificados, hijos de la indolencia y la conveniencia en su más cínico esplendor.
Ante el panorama desolador que conocemos, me pregunto ¿qué puede hacer el pedagogo del siglo XXI para combatir las conductas destructivas que amenazan a la sociedad en que vivimos? Sin duda, la respuesta puede ubicarse desde la posibilidad de la comprensión y el conocimiento de lo que significa “ser humano” en nuestros tiempos. Si el educador no tiene bien definido lo que es el ser humano ¿cómo podrá educarlo?.
Por eso se hace necesario que se construya una imagen del hombre lo más objetiva posible en un contexto real. Partiendo de esa construcción de la imagen del hombre, es posible proponer aprendizajes que lo guíen hacia un mejor conocimiento de sí mismo y de las personas que le rodean, así como de la sociedad que lo albergará en su seno, desde que vea la primera luz del día, hasta que sea testigo del último rayo del sol.
En este sentido, la escuela asume una responsabilidad ineludible.
Es cierto que en la familia se dan aprendizajes que le permitirán al ser humano insertarse en el círculo social que le espera, sin embargo, estos aprendizajes familiares no bastan, pues están dados desde una visión no especializada del fenómeno moral. Además, los aprendizajes familiares están determinados en buena medida por lazos afectivos que, si bien son de suma importancia en el desarrollo del individuo, no pueden marcar su entrada en el campo de las relaciones sociales.
Es en la escuela donde, para el niño, se gestan conflictos más intensos con el otro, pues no existe una relación afectiva que medie la confrontación de intereses, y por lo mismo, es en la escuela donde el ser humano aprende verdaderamente a convivir en sociedad. Este fenómeno realza el papel central de la escuela en la construcción de caminos para relacionarse con los demás, y por lo mismo, el espacio escolar está obligado también a reconocer su influencia en la constitución psíquica y moral del individuo.
Increíblemente, existen todavía algunos profesores que dicen que “la escuela no educa, pues para eso está la familia”. Esta cómoda posición nos revela la imposibilidad de estos educadores para reconocer su responsabilidad en la formación moral de sus educandos.
La educación moral ha sido un problema que siempre se le ha aparecido a la escuela como algo complejo de abordar.
En el caso concreto de la educación secundaria, durante mucho tiempo la preocupación por la educación centrada en valores se vio opacada por una confusión epistemológica de los conceptos de ética, civismo, moral, valores, etc.
De tal manera que, pareciera que a la educación secundaria comenzó a invadirla un sentimiento de indiferencia con respecto a esta función de la escuela, y sólo hasta hace algunos años, podría decirse con certeza y como bien apunta el Dr. Latapí, que la moral regresó a la escuela: “A principios de 1999 la Secretaría de Educación Pública (SEP) anunció que se intruduciría en los tres grados de secundaria la asignatura “Formación Cívica y Ética” en sustitución de las materias de Civismo y Orientación Educativa que se cursan en primero y segundo grados la primera, y el tercero la segunda. Esta decisión de las autoridades educativas es de gran trascendencia: coloca explícitamente en el curriculum obligatorio la educación ética y manifiesta la intención de recatar la función formativa de la escuela secundaria”.
Como bien sabemos, esta reforma a la educación secundaria no fue la última, pues la puesta en escena de la Reforma a la Educación Secundaria, la Secretaría de Educación Pública (SEP) implicó una nueva manera de concebir el paso de los alumnos por este nivel educativo.
Se reformó todo el curriculum que orienta a la educación secundaria, y, en lo que respecta a la asignatura de Formación Cívica y Ética también se realizaron varios cambios que consisten, propiamente, en aquello que nos interesa.
Al llevarse a cabo la implantación de la Reforma Integral a la Educación Secundaria, lo que se espera es que los actores del proceso educativo en este nivel puedan contar con más elementos para comprender y dar solución a las problemáticas educativas que aquejan a este nivel de instrucción, y en el caso concreto de la asignatura de Formación Cívica y Ética, lo que se busca es clarificar en qué consiste esta propuesta de aprendizajes para que el alumno pueda llegar a reflexiones importantes acerca de lo que significa ser  humano en nuestros tiempos, y sea capaz de construir un compromiso que lo lleve a responsabilizarse más y mejor  en lo tocante a los actos que orientan su conducta, tanto para con los demás, como también para consigo mismo.
Se llevará a cabo un análisis del curriculum formal que sirve de guía para este propósito, sin embargo, dicho análisis tiene la intención de  extenderse hacia una reflexión de la función del maestro de educación secundaria que ha sumido el reto de “formar cívica y éticamente” a sus alumnos. De tal manera que no sólo abordaremos aspectos relacionados con la conformación del curriculum de “Formación Cívica y Ética” sino que procuraremos incorporar este estudio al del papel que desempeña el docente en lo tocante a la implementación que hace de los contenidos que se proponen en los programas de estudio.
El interés por esta temática (la de la importancia del maestro en la implementación del curriculum de secundaria en el aula), tiene su origen en el hecho de que, a lo largo del Seminario de Planes y Programas de Estudio, he procurado establecer una vinculación entre la situación que prevalece actualmente en las secundarias mexicana, con el rol del profesor, quien siempre será visto como un elemento nodal en el desarrollo de los procesos de enseñanza y aprendizaje.




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